Un paseo por el centro de Lepe y otro por la playa de La Antilla (agosto 2012)


¿De dónde viene o cómo comenzó a gestarse el “fenómeno Lepe” en los chistes, parodias, chanzas y demás manifestaciones humorísticas? Y es que Lepe, nada de San Roque de Lepe como confunde su principal equipo de fútbol, es una población normal y corriente, pero posee una notoriedad superlativa. Comparte fisonomía con sus vecinas, posee una extensión bastante considerable, casi 30.000 habitantes y su término municipal es bañado por el Atlántico. Del monte a la playa pasando por campos de labor, explotaciones agrícolas y ganaderas, algún que otro polígono industrial y un generoso sector terciario. El pueblo de siempre y la zona costera, La Antilla,esa misma que alimentó las embarcaciones de Cristóbal Colón rumbo a América y bautizó tierras en el Nuevo Mundo. Pero resulta que Lepe, capital de la fresa, es célebre por el peso de toda una tradición humorística potenciada por décadas de guasa y multiplicada hoy en día por Internet. Y todo ello, curiosamente, sin ser una meca del cachondeo. Dos de la teorías que explican el por qué parten de la base de que, realmente, todo ha sido una acumulación de casualidades, una concatenación tan insistente que incluso, qué cosas, la clase política local ha propuesto solicitar la consideración de Bien de Interés de Cultural.

Lo cierto es que hay quienes cimientan la notoriedad de Lepe en el director de cine Manuel Summers. Oriundo de Huelva, Summers (1935-1993) pasó largas temporadas en Lepe y acabó enamorándose de la forma de ser de sus lugareños, su gracia y su salero. Él, hijo predilecto de la ciudad y con una calle con su nombre, exportó su humor y lo universalizó. Otros, sin embargo, van un poco más atrás en el tiempo y se remontan al primer tercio del siglo XX y a la figura de un cómico, un tal Lepe, que hacía pareja con un tal Alady y gozaba de bastante éxito en sus espectáculos. De la popularidad de este Lepe, pura metonimia, la ganó el otro. En todo caso, Lepe comparte el honor casi universal de los lugares que dan, motivan o inspiran la broma aunque a veces ésta se exceda en crueldad o se sobrepase en su afan ridiculizador. Como sucede con todo el Burgenland, en Austria. O la Ostfriesland (Frisia Oriental) alemana. ¿Qué pensarían los fenicios de los devenires acaecidos en su Laepa?

La capital de la fresa también es una zona históricamente pródiga en marinería y, como señalábamos antes, de sus pagos salieron gran parte del contingente que acompañó a Cristóbal Colón rumbo a las Américas. De hecho, muy posiblemente, el famoso Rodrigo de Triana, la voz del “Tierra a la vista” y realmente Rodrigo Pérez de Azevedo, era nativo de Lepe. Y algunos de los primeros nombres que recibieron las nuevas tierras descubiertas (aunque por entonces no lo sabían, claro) bebían de esa sanísima costumbre humana de renombrar las nuevas realidades en base a las ya conocidas. ¿Les suenan las caribeñas Antillas? En Lepe hay una, famosa y en singular, La Antilla, una entidad de población distante a unos seis o siete kilómetros del casco urbano principal y que se ha convertido en una gran meca del turismo playero en las últimas tres décadas. La Antilla es la gran playa (que no la única, ahí también está El Terrón, un puerto más pesquero) de Lepe, una ventana al litoral Atlántico, a esa Costa de la Luz de frías aguas, marismas y caños. Por todo esto, claro, no sorprende el lema municipal: “Sol, mar y tierra”. Lepe y su plaza de España, con sus esbeltas palmeras, sus terrazas y la silueta rotunda de su iglesia, no muy grande pero con una fachada sorprendente... ¿Hace un paseíto?

Lepe y las playas de La Antilla, ubicación geográfica. En la costa onubense los pueblos suelen estar en el interior, a unos cuantos kilómetros de una costa rica en marismas y caños que con el paso del tiempo ha ido urbanizándose con hechuras de pueblo.

Palmeras en la plaza de España.

Fachada del ayunamiento de Lepe remtada por un reloj y un pequeño campanario.

El ayuntamiento de Lepe.

Las golondrinas se las apañan para montarse un adosado bajo cualquier alero.

La plaza de España de Lepe.

Otra vista sobre la plaza de España, un espacio animado por un par de terrazas y el rumor de una gran fuente donde corretean los chavales y pasean las parejas y reposan los mayores.

Una seductora terraza en una pequeña calle peatonal que se extiende tras un arco.

La plaza de España de Lepe está rodeada parcialmente por un edificio de estética "plaza mayor", porticado y varias alturas semejantes, de aires jóvenes. Núcleo residencial San Juan es su nombre.

Otra terracita muy apañada

Los veladores de la plaza, refrescados por la fuente y con la iglesia de Santo Domingo de Guzmán al fondo.

Santo Domingo de Guzmán, antigua iglesia conventual de los dominicios (eso explicaría también su estética más sobria, en nuestra opinión) de la que se desconoce su fecha de construcción. Se considera que fue en el siglo XVI.

En el exterior, azulejería con motivos religiosos.

Un turista fotografía esa especie de buzón inscrutado en la pared exterior del templo donde se pide limosna para el culto de la Virgen de la Bella, patrona de Lepe.

La Virgen de la Bella,, representada en la azulejería ornamental.

Un consejo para el que pase...

La preciosa espadaña de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en mampostería y con esencias mudéjares. Aunque realmente fue reconstruida en el siglo XVIII, ya que el célebre (y trágico) Terremoto de Lisboa se dejó notar por estas tierras y lo destruyó.

La puerta de poniente se abre bajo la espadaña. Curiosa solución ornamental. En el siguiente vídeo, su interior de tres naves y planta rectangular.



Varios jóvenes conversan junto a la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en la calle de la Iglesia.

Nos pareción muy bonita la verde fachada de esta droguería, ferretería y tienda de pinturas. La de Juan García Acosta, en la calle Juan de Lepe. Vecina de Santo Domingo de Guzmán.

Una vivienda en la calle de la Oria Castañeda.

Caminando por la calle Real.

Fachadas sobrias, pero resultonas. Calle Real.

Otro palmeral en la calle Real. Esta calle era la antigua ruta que iba desde Huelva hasta la frontera con Portugal. El país vecino de hecho no está nada lejano.

Una vieja vivienda, de fachada poco aseada y bajos comerciales, en la calle Real.

Calle Real.

Una escultura urbana preside la aforma plazoleta resultante de la unión entre la calle Real, la calle de las Monjas y la calle Alemania.

La plazoleta en cuestión.

Viviendas en el arranque de la calle de las Monjas.

Ventanas y balcones con los cables del teléfono por debajo.

Preciosa casa baja, colorida y "azulejeada".

De camino a La Antilla por la carretera A-5056, que conecta Lepe con esta pedanía. Cualquier lugar es bueno para publicitar el negocio en un sitio de playa. Para ejemplo, las vallas de un pequeño puente que salva las aguas de un torrente.

Una casa con vistas al Atlántico al final del calle del Robalo.

Chalets en la calle del Robalo.

Detalle de una edificación.

Blanco y albero. O casi.

Por el recoleto y agradable paseo marítimo de La Antilla. Calle de la Estrella de Mar.

Todos los servicios en la afamada y concurrida playa de La Antilla, destino fundamental de sevillanos y extremeños.

Observen el detalle: hombre, mujer y perro asomados a la pequeña tapia que circunvala su patio. Los tres, viendo pasar la vida.

Viviendas en primerísima línea de playa.



Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Una reforma aún cercana en el tiempo, y costeada por los feligreses a través de donaciones que permitieron reunir los 40.000 euros necesarios, le ha sentado de maravilla. El artista onubense Agustín Echevarría Castilla firma un proyecto donde resalta la importancia de la azulejería cerámica ornamental y donde se muestran diferentes episodios evangélicos.

Un motivo iconográfico publicita un establecimiento hotelero de curioso nombre: Lepe Mar. Perfecto resumen para lo que, al final, acaba siendo La Antilla.

Un fotógrafo capta una instantánea junto al conglomerado de negocios hosteleros que se extienden paralelamente a la playa a la altura de la calle Guadiana de La Antilla.

Una extraña fuente con vistas escoltadas por palmeras hacia el Océano Atlántico.